terça-feira, 9 de abril de 2019

De Chiapas a Rojava: más que simples coincidencias

La autonomía junta dos revoluciones desde abajo a la izquierda

 

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«“El poder para el pueblo” sólo se puede poner en práctica cuando
el poder ejercido por las élites sociales se disuelve en el pueblo»
(Murray Bookchin, Post-Scarcity Anarchism)
La hasta hace poco la gran desconocida ciudad kurda de Kobane ha conseguido atraer la atención del mundo con su resistencia feroz[1] contra la invasión del Estado Islámico (EI) y convertirse en un símbolo internacional, comparado con la defensa de Madrid y Stalingrado. El coraje y heroísmo de las Unidades de Defensa del Pueblo y las Unidades de Defensa de Mujeres (YPG y YPJ) han sido alabados por un gran abanico de colectivos e individuos: anarquistas, izquierdistas, liberales e incluso personas de derechas han expresado simpatía y admiración por los hombres y las mujeres de Kobane en su batalla histórica contra lo que en general se ha visto como «fascismo» del Estado Islámico. Los medios mainstream se han visto obligados a romper el silencio sobre la autonomía kurda tan pronto como numerosos artículos y noticias se han retransmitido y publicado, a menudo describiendo la «dureza» y determinación de los luchadores kurdos con una cierta dosis de exotización, claro. No obstante, esta atención a menudo ha sido selectiva y parcial: la esencia del proyecto político en Rojava (Kurdistan oeste) se ha dejado de lado y los medios han preferido presentar la resistencia en Kobane como una excepción extraña al supuesto barbarismo de Oriente Medio. No es sorprendente que la estrella roja, brillando en las banderas victoriosas de las YPG/YPJ, no sea un símbolo agradable a los ojos de los poderes occidentales y sus medios. Los cantones autónomos de Rojava representan una solución autóctona a los conflictos de Oriente Medio, abarcando la democracia de base y los derechos étnicos, sociales y de género, y todo esto rechazando no sólo el terror del EI sino también la democracia liberal y la economía capitalista. A pesar de que Occidente ha querido mantener el silencio sobre la cuestión, estos fundamentos ideológicos son la clave para entender el espíritu que ha escrito la epopeia de Kobane y ha fascinado al mundo, como ha explicado recientemente la activista y académica kurda Dilar Dirik[2].
Mientras se intensificaban las luchas en cada calle y esquina de la ciudad, Kobane ha conseguido captivar la imaginación de la izquierda, y especialmente de la izquierda libertaria, como símbolo de resistencia y lucha, y no ha tardado en hacerse un lugar en el panteón de las batallas por la humanidad más emblemáticas, como la defensa de Madrid contra los fascistas durante la década de 1930. No es casualidad que el grupo marxista-leninista turco MLKP, que se ha unido a las YPG/YPJ en el campo de batalla, levantara la bandera de la república española sobre las ruinas de la ciudad el día de su liberación e hiciese un llamado a formar brigadas internacionales[3], siguiendo el ejemplo de la revolución española. Lo que ha dado lugar a las comparaciones con la revolución española no ha sido la lucha por Kobane en si misma, sino la esencia libertaria de los cantones de Rojava, la implementación de la democracia directa de base y la participación de las mujeres y de diferentes grupos étnicos en el gobierno autónomo. En muchos artículos se mencionó brevemente otra asociación: la revolución en Rojava y su gobierno autónomo se ha comparado con los zapatistas y su autonomía en el sur de México. La importancia de esta comparación podría ser crucial para poder entender el paradigma de la lucha revolucionaria en el Kurdistan y lo que signfica para aquellos que creen que otro mundo es posible.
El movimiento zapatista es probablemente uno de los elementos más simbólicos e influyentes del imaginario revolucionario en el mundo después de la caída de los regímenes socialistas estatistas a finales de los 80 y principios de los 90. La mañana del 1 de enero de 1994 una fuerza guerrillera desconocida, compuesta por mayas indígenas, tomó las principales poblaciones del Estado mejicano más meriodional, Chiapas. La operación militar fue llevada a cabo con una gran lucidez estratégica combinada con el uso de internet, entonces innovador, para difundir el mensaje de los revolucionarios; tuvo eco por todo el mundo inspirando la solidaridad internacional y la emergencia del movimiento antiglobalización. Los zapatistas se rebelaron contra el capitalismo neoliberal y el genocidio social y cultural de los pueblos indígenas en México. «¡Ya basta!» fue su grito, que nació de la noche de «500 años de opresión», como decía la Primera Declaración de la Selva Lacandona. Los zapatistas se levantaron en armas cuando el capital global celebraba el «fin de la historia» y la idea de una revolución social parecía ser un anacronismo romántico perteneciente al pasado. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) fue expulsado de las ciudades después de doce días de luchas intensas con el ejército federal, pero resultó que la profunda organización horizontal en las comunidades indígenas no pudo ser eliminada por ninguna intervención militar o por el terror. El portavoz enmascarado del ejército rebelde, el Subcomandante Marcos, cuestionó la noción de vanguardia histórica como opuesta a una revolución desde abajo, queno aspira a tomar el poder sino a abolirlo, y este concepto se volvió central para la mayoría de movimientos anticapitalistas masivos, desde Seattle a Génova, hasta las ocupaciones de Syntagma y Puerta del Sol, incluído el movimiento Occupy.
¿Qué hay de similar con la revolución en Rojava?

Del marxismo-leninismo a la autonomía: una trayectoria histórica compartida

Las raíces de la autonomía democrática en Rojava sólo se pueden entender a través de la historia del Partido de los Trabajadores del Kurdistan (PKK), la organización que desde su creación en 1978 ha sido central en el movimiento de liberación kurdo. El PKK se estableció como organización de guerrilla marxista-leninista en el norte de Kurdistan, parte del Estado turco, combinando las ideologías de liberación nacional y social. Creció hasta ser una fuerza guerrillera sustancial bajo el lideraje de Abdullah Öcalan y consiguió enfrentarse al segundo ejército más grande de la OTAN en un conflicto que tomó las vidas de 40.000 personas. El Estado turco desplazó centenares de miles de personas, y se sabe que utilizó la tortura, asesinatos y violaciones contra la población civil, pero no consiguió romper la columna vertebral de la resistencia kurda. Desde sus inicios, el PKK expandió su influencia tanto en Turquía como en otras partes del Kurdistan. La fuerza política líder en la revolución de Rojava, el Partido de Unión Democrática (PYD) está afiliado a éste a través de la Unión de Comunidades del Kurdistan (KCK), la organización paraguas que engloba varios grupos revolucionarios y políticos que comparten las ideas del PKK. La ideología que une los distintos grupos civiles y revolucionarios en el KCK se llama confederalismo democrático y se basa en las ideas del anarquista estadounidense Murray Bookchin, que defendía una sociedad no jerárquica basada en la ecología social, el municipalismo libertario y la democracia directa.
Aunque los zapatistas son famosos por su gobierno autónomo y el rechazo de la noción de vanguardia histórica, las raíces de su organización también se vinculaban al marxismo-leninismo y, igual que en el caso del PKK, la idea de autogobierno y revolución desde abajo fue un producto de una larga evolución histórica. El EZLN fue fundado en 1983 por un grupo de guerrillas urbanas, predominantemente marxistas-leninistas, que decidieron empezar una célula revolucionaria entre la población indígena en Chiapas, organizar una fuerza guerrillera y tomar el poder con la guerra de guerrilla. Pronto comprendieron que sus dogmas ideológicos no se podían aplicar a las realidades indígenas y empezaron a aprender de las tradiciones comunales de gobierno de los pueblos indígenas. Así nació el zapatismo, como una fusión entre el marxismo y la experiencia y conocimiento de la población nativa que había estado resistiendo al Estado español y después al mejicano.
Esta trayectoria ideológica compartida manifiesta un giro histórico en la comprensión del proceso revolucionario. El levantamiento zapatista con el establecimiento de la autonomía en Chiapas supuso un ruptura con la estrategia de guerrilla tradicional, inspirada predominantemente por la revolución cubana. Esto quedó aún más claro con la carta que el portavoz del EZLN, el Subcomandante Marcos, escribió a la organización de liberación vasco ETA:
«Me cago en todas las vanguardias revolucionarias del planeta»[4].
Ya no tenía que ser la vanguardia que dirigiese el pueblo, era el mismo pueblo que construía la revolución desde abajo y la sostenía como tal. Esta es la lógica hacia la que el PKK ha ido girando durante la última década bajo la influencia de Murray Bookchin y este cambio manifiesta una evolución de la organización de movimiento para el pueblo a movimiento del pueblo.

Cantones y Caracoles: la libertad aquí y ahora

Probablemente el parecido más importante entre la revolución en Rojava y la de Chiapas es la reorganización social y política que está teniendo lugar en los dos sitios y que se basa en la ideología libertaria de las dos organizaciones.
La autonomía zapatista en su forma actual se originó después del fracaso de las negociaciones de paz con el gobierno mejicano después del levantamiento de 1994. Durante estas negociaciones los rebeldes pidieron al gobierno que se adheriera a los acordes de San Andrés, que daban a los pueblos indígenas el derecho a la autonomía, la autodeterminación, la educación, la justicia y la organización política, basada en su tradición así como en el control comunal sobre la tierra y los recursos de las zonas que les pertenecen. El gobierno nunca implementó estos acordes y en 2001 el presidente Fox propuso una versión editada que fue votada en el congreso pero no satisfizo las demandas de los zapatistas y los otros grupos en resistencia. Esto se calificó de «traición» y provocó que el EZLN declarara dos años después la creación de cinco zonas rebeldes, centradas en cinco Caracoles que servían como centros administrativos. El nombre Caracoles mostraba el concepto de revolución de los zapatistas: «lo estamos haciendo nosotros mismos, aprendemos en el proceso y avanzamos, poco a poco, pero avanzamos». Los Caracoles[5] incluyen tres niveles de gobierno autónomo: comunidad, municipio y Consejos del Buen Gobierno. Los primeros dos se basan en asambleas de base mientras que los Consejos del Buen Gobierno se escogen, pero con la intención de conseguir que el máximo número de personas participe en el gobierno a lo largo de los años a través del principio de rotación. La autonomía tiene su propio sistema educativo, sanidad y justicia, así como cooperativas produciendo café, ganadería, artesanía, etc.
«Aprendemos a medida que cometemos errores, no conocíamos la autonomía ni sabíamos que ibamos a construir algo así. Pero aprendimos y mejoramos cosas desde la lucha», me explicó el guardián zapatista Armando cuando visité el territorio autónomo a finales de 2013. La libertad sólo podía ser practicada aquí y ahora la revolución era un proceso de cuestionamiento contínuo del status quo y de construcción de alternativas a éste.
Efectivamente, los cantones de Rojava se parecen a la autonomía de Chiapas. Fueron proclamados por el dominante PYD en 2013 y funcionan a través de asambleas populares y consejos democrátios. Las mujeres participan con igualdad en la toma de decisiones y son representadas en todas las posiciones escogidas, que siempre se comparten entre un hombre y una mujer. Todos los grupos étnicos son representados en el gobierno y sus instituciones. La sanidad y la educación también son garantizadas por el sistema del confederalismo democrático y recientemente ha abierto sus puertas la primera universisad, la Academia de Mesopotamia, planteando cuestionar la estructura jerárquica de la educación y aportando una perspectiva diferente del aprendizaje.
Como en el caso de los zapatistas, la revolución en Rojava se proyecta a si misma como solución para los problemas de todo el país, no como una expresión de tendencias separatistas. Este sistema genuínamente democrático, como fue llamado por la delegación de académicos de Europa y Norteamérica[6] que ha visitado Rojava recientemente, apunta en la dirección de un futuro distinto para Oriente Medio, basado en la participación directa, la emancipación de las mujeres y la paz entre etnias.

Revolución de las mujeres

El género ha sido siempre central para la revolución zapatista. La situación de las mujeres antes del crecimiento de la organización y la adopción de la liberación de las mujeres como cuestión central para la lucha estaba marcada por la explotación, la marginación, los matrimonios forzosos, la violencia física y la discriminación. Por eso Marcos dijo que el primer levantamiento no fue el de 1994 sino la adopción de la Ley Revolucionaria de Mujeres en 1993, asentando el marco para la igualdad y la justicia de género y garantizando los derechos a la autonomía personal, la emancipación y la dignidad de las mujeres del territorio rebelde. Hoy las mujeres participan en todos los niveles del gobierno y tienen sus propias cooperativas y estructuras económicas para garantizar su independencia económica. Las mujeres formaban y todavía forman una gran parte de los rangos de la fuerza de guerrilla zapatista y tienen posiciones altas en su comandamiento. La victoria de San Cristobal de las Casas, la ciudad más importante que capturaron las tropas zapatistas durante el levantamiento de 1994, también estuvo liderada por mujeres, encabezada por la Comandanta Ramona, que también fue la primera zapatista enviada a Ciudad de México para representar al movimiento.
No es difícil comparar la implicación masiva de mujeres indígenas en los rangos zapatistas en Chiapas con la participación de las mujeres en la defensa de Kobane y en las YPJ (las Unidades de Defensa de Mujeres), las dos descritas de modo sensacionalista[7] por los medios occidentales durante los últimos meses. No obstante, su valentía y determinación en la guerra contra el Estado Islámico es el producto de una larga tradición de participación de las mujeres en la lucha armada por la liberación social en el Kurdistan. Las mujeres han jugado un papel central en el PKK y esto está indudablemente conectado con la importancia del género en la lucha kurda. La revolución en Rojava pone un fuerte émfasis en la liberación de las mujeres como indispensable para la verdadera liberación de la sociedad. El marco teórico que desmonta el patriarcado en el corazón de la lucha es llamado «ginelogía», un concepto desarrollado por Abdullah Öcalan. La aplicación de este concepto ha tenido como resultado un empoderamiento de las mujeres no visto en otros lugares, no sólo en el contexto de Oriente Medio sino también en el contexto del feminismo occidental liberal. Las asambleas, estructuras cooperativas y milicias de mujeres son el corazón de la revolución, que se considera incompleta si no destruye la estructura patriarcal de la sociedad, que es uno de los fundamentos del capitalismo. Janet Biehl, una escritora y artista independiente, escribió después de su reciente visita a Rojava que las mujeres en la revolución kurda tienen el papel ideológico del proletariado en las revoluciones del siglo pasado.

La ecología de la libertad

The Ecology of Freedom es probablemente la obra más importante de Bookchin, y su concepto de ecología social ha sido adoptado por los revolucionarios de Rojava. Su idea de que «la misma noción de dominación de la naturaleza por el ser humano es causada por la dominación real del ser humano por el ser humano» enlaza el patriarcado, la destrucción mediambiental y el capitalismo y señala su abolición como el único camino hacia una sociedad justa. Un enfoque holístico como este también ha sido implementado por los zapatistas. La sostenibilidad también ha sido un punto importante a emfatizar, espeicalmente después de la creación de los Caracoles en 2003. El gobierno autónomo ha estado intentando recuperar los conocimientos ancestrales relacionados con el uso sostenible de la tierra y combinarlos con otras prácticas agroecológicas. Esta lógica no es sólo una cuestión de mejorar las condiciones de vida en las comunidades y evitar el uso de agroquímicos, es un rechazo a la noción entera de que la agricultura industrial a escala gigante es superior a las formas «primitivas» con las que los pueblos indígenas trabajan la tierra y, como tal, es un poderoso desafío a la lógica del neoliberalismo.

El camino hacia la autonomía: el nuevo paradigma revolucionario

Los parecidos entre el sistema del confederalismo democrático que se está desarrollando en el oeste de Kurdistan y la autonomía en Chiapas van más allá de los pocos puntos que he remarcado en este artículo. Desde eslóganes como «¡Ya Basta!», adaptado al kurdo como «êdî bes e», hasta la democracia de base, las estructuras económicas comunales y la participación de las mujeres, el camino similar que el movimiento kurdo y los zapatistas han tomado manifiesta una ruptura decisiva con la noción de vanguardia del marxismo-leninismo y un nuevo enfoque de la revolución, que viene desde abajo y busca la creación de una sociedad libre y no jerárquica.
Aunque los dos movimientos han recibido críticas amargas[8] de elementos sectarios de la izquierda, el hecho de que los únicos experimentos de cambio social radical importantes y con éxito hayan sido originados por grupos no occidentales, marginados y colonizados es una bofetada en la cara de los «revolucionarios» dogmáticos blancos y privilegiados del norte global que a pesar de que a penas han conseguido cuestionar la opresión en sus propios países tienden a creer que pueden juzgar qué es una revolución real y qué no.
Las revoluciones en Rojava y Chiapas son un ejemplo poderoso para el mundo, poniendo de manifiesto la enorme capacidad de organización de base y la importancia de los lazos comunales como oposición a la atomización social capitalista. Por último, pero no menos importante, Chiapas y Rojava deberían hacer que muchos en la izquierda, incluídos algunos anarquistas, se deshagan de su mentalidad colonial y del dogmatismo ideológico.
Un mundo sin jerarquía, dominación, capitalismo ni destrucción ambiental o, como dicen los zapatistas, un mundo donde quepan muchos mundos, que a menudo a sido descrito como «utópico» y «no realista» por los medios y las estructuras educativas y políticas mainstream. No obstante, este mundo no es un espejismo del futuro que viene en los libros, está pasando aquí y ahora y los ejemplos de los zapatistas y los kurdos son una potente arma para volver a encender nuestra capacidad de imaginar un cambio radical en la sociedad, así como un modelo del que aprender en nuestras luchas. Las estrellas rojas que brillan sobre Chiapas y Rojava iluminan el camino hacia la liberación, y si tuvieramos que resumir lo que traen estas dos luchas en una palabra, esta sería claramente autonomía.
[4] Marcos (2003) I Shit on All Revolutionary Vanguards on This Planet http://roarmag.org/2011/02/i-shit-on-all-the-revolutionary-vanguards-of-this-planet/
[5] Oikonomakis, Leonidas (2013) Zapatistas Celebrate 10 Years of Autonomy With Escuelita http://roarmag.org/2013/08/escuelita-zapatista-10-year-autonomy/
[6] Joint Statement of the Academic Delagation to Rojava
https://zcomm.org/znetarticle/joint-statement-of-the-academic-delegation-to-rojava/
[7] Dirik, Dilar (2014) Western Fascination With “Badass” Kurdish Women
http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2014/10/western-fascination-with-badas-2014102112410527736.html
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Arículo de Petar Stanchev, publicado el 6 de febrero de 2015 en Kurdish Question.
Añadido al recopilatorio Rojava: construyendo un mundo mejor. Traducción no profesional al castellano de Joan Enciam.

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